domingo, febrero 26, 2006

EL ULTIMO ARBOL...

EL ULTIMO ARBOL ...
El sonido de las topadoras, hizo callar el trino que desde el nuevo nido, lanzaba con alegría el zorzal escondido entre el follaje del monte. Las tortolitas, con su suave y lastimero arrullo, daban la bienvenida a los primeros olores de la primavera. El canto de una calandria, que desde el fondo del monte, también hacia oír su alegría por el nuevo tiempo que se acercaba, denotaba, que se abría una nueva vida, las flores que con su preciado néctar hacían las delicias de las eternas trabajadoras, las abejas, y a la vez, estas, culminaban su trabajo de polinización, dando mas vida nueva a todo el monte. Las enredaderas, que entrelazadas entre las ramas de los arboles, dejaban ver su nuevo color, abrazadas a centenarios algarrobos, quebrachos y lapachos en flor, tunas que dejaban ver su nuevo fruto rojiblanco, adornados por diminutas espinillas, como guardianas de este, el suave aroma del jacarandá en flor, o el olor del eterno y recordado palo santo. El monte comenzaba a vestirse de gala para la gran fiesta de la primavera, como si de esa manera rindiera un homenaje a la madre naturaleza en agradecimiento a tanta grandeza. Los pindoes, palmeras que por años ha convidado su fruto a cuantos animales se hayan acercado a este, dejaban ver su panoja de futura flor, casi siempre ornamentada por aladas y trabajadoras hadas, hechizo de cuanto pesebre se hiciera, en conmemoración al Sagrado Nacimiento. Debajo de estos arboles, se movía un centenar de animales, abrevando y comiendo al cobijo de sus sombras, así se ven corretear a los nuevos moritos, que lejos de la voracidad de los aguaraguazu, y al amparo de sus progenitores, juegan, corren y saltan, como festejando el nuevo, cálido y oloroso nuevo clima. Los miriquinaes, chimpanses, los carayaes, dueños de las alturas del monte, saltando de rama en rama, como escapando a un cazador imaginario. Las cabras del monte, alzando lo mas que pueden sus cabezas, tras las primeras hojas de los espinillos y algarrobillos que, por ser de una altura de la que no puede escapar a sus mordiscos, se dejan que estas coman sus hojas nuevas, verdes y sabrosas, comenzando así para ella, un precoz crecimiento, porque sabe que en uno a dos años mas, no van a ser alcanzadas sus hojas y ramas. Las hormigas, diminutas trabajadoras incansables, comenzaron a acarrear hojitas y todo lo que sirva para su alimento, en un continuo ir y venir, su aprovisionamiento para el futuro invierno. Los gatos onzas, animal que vive en la oscuridad del monte, agazapado y acechando a cuanto ser viviente se acerque a sus garras, para de esa manera, alimentar a sus pequeños cachorros, que juegan alrededor de este. El siseo de un puma macho, llamando a su pareja, hace que los trinos de gorriones, tacuaritas, charatas, y otros dueños del aire del monte, se callen, o, a agazaparse detrás de una mata de caraguatá, a una pareja de perdiz, del mismo modo, parejas de adormiladas guineas del monte, el moitu, cruzan el descampado a los saltos, así, en la celeste pintura que abraza la altura del monte, una bandada de patillos en su vuelo rasante, del otro lado del monte, se los ve acuatizar, dejando una estela dorada al hacerlo, reflejo del primaveral sol, en donde el llanten, hace de colchón flotante verde, indicando lo mas profundo del estanque natural de agua. La laguna. El sol, que para esa hora de la mañana ya horada la espesura del monte, y cual visitante nostálgico entra en este, apenas entre las ramas de los arboles centenarios, dejando al descubierto las tela de arañas tejidas durante el invierno para atrapar al insecto desprevenido que se enrede en ellas, con diminutas gotitas de rocío que forman un calidoscopio de colores. El aullido de un aguara, indicando la presencia de desconocidos al monte, hace que el silencio se profundice, produciendo un escalofrío, pese al nuevo tiempo que se avecina. Un tatu mulita, que había terminado de hacer su madriguera entre la hojarasca dejada por el otoño pasado y secada al sol del invierno, hizo un alto, parándose en sus dos patitas traseras, forzando con su hocico a olfatear el nuevo olor que penetraba en la espesura. Este rancio olor, mezcla de fosil y tierra milenaria, hace que sus sentidos no entiendan el porque de ese ruido extraño, además, mezclado con un resquebrajar de maderas, y sacudir de ramas, y el ver que otros animalitos cruzan fronteras naturales, con el miedo en su volar, en su correr, en su instinto de supervivencia, supervivencia que de aquí en mas, iría en aumento, dejándoles poco espacio para esta, en donde antes, sus territorios estaban conformados por un sistema natural de defensa, hoy, se ve trastocado en un solo lugar, en donde su vida, si antes, tenia la necesidad de cuidarla de otros animales, hoy lo tiene que hacer de otro mas depredador... el hombre... Las topadoras, cual hormiga gigante que deja a su paso desolación, arrastrando una pesada cadena, atadas a estas, hacen que los centenarios dueños del monte, caigan sin piedad ante tan magna depredación. Motosierras gigantes, arrancan los brazos de arboles que aun sin terminar de posarse en el suelo que lo cobijara durante años, hoy, los ve retorcerse en estas, quejándose, y ya sin su majestuoso follaje, el cual era la vestimenta del monte, hoy tirado, caído, tumbado, en su hojarasca centenaria dejando que sus ramas sean arrebatadas para regalo de quien desee un mueble de estilo, o una mesa de su robusta y noble madera. Hoy, se tiro el ultimo árbol del monte, para dar paso al arado y poder plantar para dar de comer a quienes dejan sin árbol el monte, el hombre. Hoy, se deja sin nido al hornero que trabajo durante 45 días, haciendo su hábitat, orientado hacia el mismo lado siempre, ya que su instinto así lo dice. Hoy, se dejo sin sombra a quienes se refugiaban debajo de estos arboles milenarios. Hoy, se esta muriendo el ultimo musgo, que se refugiaba al pie de este milenario árbol, en un recodo de su raíz, en donde la humedad era sempiterna. Hoy, el sol, ha dejado de entrar con miedo, para convertirse en un rayo de luz calcinante, que quema a su paso todo aquello que vivía en la penumbra. Hoy, el hombre, en su afán de poder, de demostrar que es mas inteligente que la naturaleza, nos demuestra con su sabia ignorancia, que todo lo que emprende lo hace a favor de su propia destrucción. Hoy, ha caído el ultimo árbol... hoy, podemos decir que la tecnología ha superado nuevamente a la naturaleza, poderosas maquinas han entrado a domar el monte. El ultimo árbol... no tiene plantines... porque se necesitan mas de 400 años para poder ver uno de esa majestuosidad... hablo de un algarrobo, itin, urunday, quebracho, palo santo, y otros que no me acuerdo el nombre porque hace mucho tiempo han dejado de ser arboles... y su madera ya no existe. Aun así, el ultimo árbol nos demuestra que sirve para algo...además de dar cobijo, sombra, luz, agua, no da su sabiduría centenaria. HOY HA CAIDO EL ULTIMO HACEDOR DE LLUVIAS...HA CAIDO EL ULTIMO BALUARTE QUE HABIA EN PIE... GRACIAS POR HABERTE CONOCIDO Y HABERME REFUGIADO BAJO TU SOMBRA... ARBOL... SOS NOBLE HASTA DESPUES DE MUERTO...! GRACIAS POR TU ENSEÑANZA... (EL PRESENTE RELATO ESTA AMBIENTALIZADO EN UN MONTE CHAQUEÑO DEL NORTE DE LA ARGENTINA. LA PROVINCIA DE FORMOSA, QUE HA DADO DURANTE DECADAS TANINO DEL QUEBRACHO, EXTRAIDO POR UNA FABRICA INGLESA, SOLAMENTE QUEDAN DOS EN EL PAIS. LOS ANIMALES CON SUS NOMBRES AUTOCTONOS, COMO SE LOS CONOCE EN LA ESPESURA...)


oscaralfredor@gmail.com

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