Tuesday, October 30, 2007

PEPE... el loro que vino de la tormenta...!!

PEPE… el loro que vino con la tormenta…!!


Esa tarde de verano intenso, una de esas tardes del norte argentino, de esos días en que el viento norte no te deja respirar, sin taparte la nariz con algún pañuelo, por el polvo que levanta, y el calor hace que tus fosas nasales te ardan cuando aspiras una bocanada de aire.
Tarde de las que se preparan para una tormenta, quizás al amainar el viento se haga presente, eran pasadas las seis de la tarde, y aun el sol no dejaba de dar su calor.
Bajando un poco mas el sol, este comenzó a tornarse de una amarillo brillante, que tenia, a un naranja fuerte, el viento empezó a mermar, a soplar con menor intensidad, la calandria apresurada busco refugio en el espeso “guapo’ho”[1], un gorrión tardío, se posó apresurado en la rama de un “ficus”[2]. Se escuchaba a lo lejos el canto del “moitú”[3], como presagiando un desenlace no común.
Las “charatas”[4], revoloteaban sobre una palmera como buscando la mejor cobertura para posarse y pasar la noche, cada uno de los pájaros entraron tempranamente a buscar su nido o cobijo en lo mas profundo del espeso monte.
El viento norte, ya era una brisa nada mas, la noche se comenzó a hacerse cargo de lo que restaba de ese día. No había estrellas, pues el fuerte olor a madera y pasto quemado que estaba ardiendo, dejaba una mancha oscura entre las nubes, en el cielo, por el humo.
En el corral de las gallinas ya estaban acurrucadas debajo de un pequeño techito que se le había hecho, para guarecerlas del ardiente sol del verano, pero esa tarde-noche, en vez de ubicarse sobre el techo de este, estaban todas apretujadas debajo.
El comentario de todos fue, “…que les pasara…? con semejante calor debajo del techo…!
Habíamos tomado un lugar en el medio del patio, frente a la casa, tratando, también, de paliar en algo el calor del día, y mirando hacia el sur, muy a lo lejos, comenzamos a ver pequeños flases de luz que iluminaban los bordes de algunas machas oscuras, transformadas en nubes.
El mas viejo del grupo, hombre de campo, que le dicen… tomo una bocanada de aire fresco y, como haciendo un descanso de estar sentado, se levantó y mirando hacia lo lejos, tirando su sombrero sobre su nuca, sentenció con aire de conocedor… “va a haber tormenta…! Y de las feas…!, y acto seguido, dijo… Voy a ver el fondo… que quedo afuera…!
Desapareció en la oscuridad de la noche, ya para entonces cerrada, sin un atisbo de luz natural, dado que ni las estrellas ni la luna daban su luz en ese momento…
Los grillos, que a esa hora ya estaban con el “cante jondo…”, no se los oía.
Las dos mascotas de la casa, el Chifuzz (el gato) y el Mack, (el perro), para ese entonces, ya se encontraban refugiados en su lugar preferido, la cocina.
El aire cálido que dejaba sentir el calor de la tierra, por el día pasado, se comenzó a hacer sentir cada vez con mayor intensidad, devolviendo este hacia arriba, pues, había cesado por completo el viento norte… la calma, dejó escuchar los sonidos del silencio del monte. Un “paca’ha”[5] adormilado por el calor sofocante, dejó escuchar su grito. El siseo de la “ñacanina”[6], como llamando a silencio, nos avisaba que el agua estaba aun lejos, las ranitas del pequeño estanque natural que estaba al costado de la casa, dejaban escuchar su simple “croqueo”, signo inequívoco, según nuestros ancestros y mayores, de que tendríamos la bendición del cielo, transformada en lluvia.
Verano en donde la tierra seca de tanto calor, se agrietaba, dejando el suelo marcado de surcos irregulares, abiertos como pidiendo la celestial bendición.
El silencio, se hizo mas profundo, a tal punto que se escuchaba a lo lejos el rebuzno de un asno, el mugido de un toro como llamando a cuidado a su compañera. No lejos de allí, en el pequeño y espeso montecito que rodeaba la casa, el aullido de un “yaguareté”[7], avisando que estaba cerca, y que había que tener cuidado…
Se sintió en el gallinero un suave “cloqueo”, y luego, el silencio.
Un trueno lejano, nos avisó que se acercaba lenta pero inexorablemente la lluvia.
Quien fuera a la parte de atrás de la casa, seguido de su guardaespaldas, el Mack, ya que al pasar por la cocina, este pensando que se iba a “mariscar”[8], lo siguió.
Volviendo a sentenciar, “…Feo truenoooo...”, arrastrando la terminación de la palabra, como dando a entender que era, mas feo que feo.
El “terere”[9], que para ese entonces, ya no tenia el gusto a la “zarzaparrilla”[10], también se había terminado. Y con este, el momento de tertulia y descanso que le dábamos al comienzo de la noche… como quien dice, aprovechando el suave viento que para esa hora ya había empezado a soplar convertido en una pequeña brisa del sur, refrescando todo a su paso, aire que aspirábamos a bocanadas, ya que durante el día nos fue imposible hacerlo.
Los mosquitos, no dejaban de danzar entre nosotros, y de vez en cuando, aprovechando la quietud del viento, dejaban marcas rojas en nuestros desnudos torsos.
El monte comenzó a hablar el idioma del viento, ya que al pasar éste por entre su follaje, dejaba notas de sonidos irregulares, como haciendo danzar a una invisible pareja, con su música.
Así, comenzamos a prepararnos para el descanso diario de la noche. Ya era noche cerrada, en donde el silencio de ésta, comenzó a entreverarse con los sonidos del viento cada vez con mayor fuerza. Los truenos, antes solamente un seco tom-tom lejano, comenzaron a hacerse sentir con mayor intensidad. Un fuerte estampido, nos hizo apresurar la entrada a la casa. El reflejo a lo lejos, iluminando en lontananza el lejano monte, cuyo contorno dejo en nuestra retinas una sensacion de miedo, nos aviso que un rayo se hizo cargo de, quizás, un añoso árbol, por el crujir de este y el seco sonido de algo al desplomarse.
Ya era mas que ruido, era un sonido constante de viento y hojarascas pegar contra las puertas y ventanas de la casa, parte de adobe y parte de material, con techo de “paja”[11] en la parte mas vieja de esta, y con techo de cinc en la de material.
Ya comenzaba a sentirse los ruidos mas cercanos como si un tren desbocado se acercara, era el sonido del viento, viento que me trajera recuerdos de cuando niño, el no saber que hacer, para donde ir, o bien, ir a acomodarme debajo de la mesa, como nos dijera la abuela años ha… ya no era la suave brisa que uno deseaba a bocanadas sentir en sus pulmones… era un viento que a ráfagas, nos hacia sentir su presencia.
La velita prendida en el altarcito que tenia una imagen de la Virgen, como símbolo de un piadoso sentido de recogimiento, de esperanza y fe, se movió titilante, avisando que la próxima vez, se apagaría, todos volvimos la mirada hacia allí, y así fue, en la otra ráfaga de viento, esta solamente dejo un hilito de humo y un suave olor a tela quemada…y así… se esfumo.
El “Jacaranda”[12], que estaba al costado de la casa, justo cuando un relámpago ilumino el cielo, vimos cuando éste, se levantaba como dejando de rezar arrodillado, y con sus ramas extendidas hacia el cielo cual brazo de penitente, ofreciendo un cúmulo de hojas, como dando en sacrificio para que el viento no lo desgaje, el chirrido de sus ramas al entrechocarse, daba a entender la ferocidad que iba tomando el viento.
El estampido de un trueno, movió toda la casa, avisando que estaba allí, los “orcones”[13] y tirantes de ésta, crujieron como si estuvieran soportando un peso excesivo, se sentían que las chapas de cinc, hacían fuerza por quedar aferradas a sus clavaderas, la ventana se abrió de golpe, dándose fuertemente contra la pared, sobresaltando a todos, y uno de sus goznes, se aflojo al darse contra esta.
Un grito desde el fondo, nos aviso que alguien había quedado afuera, ya para ese momento, el viento arreciaba y no dejaba nada a su paso que no lo depositara mas allá de varios metros, todo dependiendo del peso de lo que tenía que trasladar. Abrir una puerta, era trabajo para tres personas, y cerrarla…?, para el doble…! así que, nos pusimos al trabajo de hacer entrar a quien había quedado afuera.
Con cara de asustado, el peón, nos cuenta que venia de uno de los corrales, en donde había dejado a la lechera bajo cubierta, en un galponcito, y vio hacia el sur, una cosa morada que sobre el horizonte se levantaba, primero, no le dio importancia, pero cuando estaba metiendo los terneros, el primer golpe de viento, lo hizo recapacitar de que tendría que ir viendo a donde buscar refugio. Así, miro hacia la casa, y a galope tendido, como si su caballo también presintiera algo anormal, entro, cuando casi en el mismo momento, un viejo “urunday”[14] dejaba su mitad ardiendo por un rayo que lo había partido en dos.
Santiguarse y hacer una oración ininteligible, fue un todo. La oscuridad dentro de la casa, era solamente rota por un “lampiun”[15] que apenas alumbraba más allá de su circunferencia.
El viento, ya con toda su intensidad, nos aviso que ya estaba presente sobre nosotros, el aullido de éste entrando por las hendijas de las ventanas y puertas, nos avisaba que no era cuestión de abrir, sino de sostener a éstas para que eso no pasara... y esperar a que “amaine”[16].
Larga noche nos esperaba… así fue pasando el viento, hasta volver a ser una brisa, a veces intercalando una ráfaga fuerte, como diciendo… Aun estoy…!, luego, se comenzó a sentir el fuerte olor a tierra mojada, olor y sentimiento inequívoco que la lluvia estaba lavando a esta muy cerca de allí.
La oración que de labios de los mayores se elevaba en agradecimiento a dos cosas, el haber pasado esa fuerte tormenta, y la bendición del agua tan deseada para esta tierra reseca de estar sin ella.
La noche, fue acunada al suave murmullo del agua de lluvia al caer, y con esta, el cansancio y nerviosismo de todo lo pasado, se tornó en sueño y descanso reparador para todos.















EL ENCUENTRO

El nuevo día, que con su claridad nos indicaba que el astro rey era ya una realidad, sin dejarse ver, pero presintiendo su presencia, pese al plomizo cielo que no dejaba de llorar, y como si esta bendición tan esperada por todos, ya que todos los animales salieron de su cobijo para dar su canto y saltos de alegría, en agradecimiento por tan feliz acontecimiento.
Al mirar por la ventana nos hizo presenciar un panorama nunca visto, ramas desgajadas de sus árboles, como si hubiera sufrido la amputación de éstas por alguna fuerza sobrenatural, pedazos de latas, cartones, hojas de plantas de bananas, enrolladas entre el alambrado que circundaba la casa.
Al salir, veo el patio tapado de hojas de diferentes tipos de árboles, nidos caídos, pájaros muertos, cual peste impredecible.
El galponcito en donde la lechera hiciera de este su lugar para amamantar y ser ordeñada, tenia algunas “palmas”[17] caídas, el urunday aun humeante, pero con toda su fuerza de árbol de madera noble, aun de pie, pese a que la mitad de este besaba la tierra, como agradeciendo con su sacrificio, la suave lluvia que caía.
Salir de la casa, y recorrer con la mirada para ver que había pasado, fue lo primero que hemos hecho todos.
Al mirar en un recodo que hacia un poste de la casa con el piso, allí estaba, acurrucado y con su cabeza hacia arriba, con su pico encorvado abierto, sus grandes ojos saltones, y sus alitas moviéndolas como pidiendo perdón… Aun asustado por lo pasado.
Apenas habrá tenido unas pocas semanas de nacido, sus pomponcitos de plumitas aun eran pequeños rulitos que le brotaban de su cuerpito, este aun pelado de ellas, todo mojado, con creo, miedo y frío… tiritando.
Lo levante, y como tratando de demostrar que su orgullo aun estaba muy dentro de él, con su pico aun sin firmeza me mordió, no sentí fuerza en el, pues, no las tenia ya… era un manojo de agua y pelusa en movimiento, busque una toalla y lo envolví, tratando de paliar en algo ese frío que sabia sentía, luego de una noche, que quizás, habría pasado despierto. Pues realmente de tanto calor del día anterior, pasamos a una mañana muy fresca.
Me aboque a darle algo de calor y de comer, no sabia que darle, que comía, como se alimentaba este tipo de animalito, así que, busqué un poco de leche, moje un pedazo de pan, y se lo arrime a su pico… era como si siempre había comido eso, en verdad, no comía, tragaba entero el pedazo que le acercaba al pico y le ofrecía, y con un pequeño graznido, creo, me pedía mas… yo le complacía hasta que dejo de morder el pan, me di cuenta de que tenia su buche, ya colmado, y pasó a morderme el dedo, y a la vez que me mordía, aleteaba, creo que era su forma de agradecerme. Se fue secando. Y así tomando confianza en si mismo, y a mi.
Paso el tiempo, hoy tiene cuatro o cinco años de estar con nosotros, se llama Pepe “el tormentoso”, pues, no trajo su documento, así que, cada vez que se lo llama, el contesta con un silbido, como diciendo… “aquí estoy…!”.
Anda suelto por toda la casa, ya se ha hecho respetar, a fuerza de mordiscones y fuerza, con el gato de la casa, el perro y algunos desconocidos que osan poner el pie en ella.
Su lugar preferido, es el “orcón” de la casa, desde allí domina todo y a todos.
Se baja por un enrejado que hay entre la cocina y el lavadero, y una vez en el suelo, todo es de él, se hace escuchar con su silbido agudo y fuerte, o bien un grito de HOLAAA…! cuando uno sin darse cuenta pone cerca de él sus pies, pues, varias veces ha tenido que renguear, y ahora, de esa manera avisa que esta cerca.
No hay fruta que no pruebe, no hay árbol que no conozca sus garras, no hay gallo que no lo respete, es quien pone las condiciones pese a su nanoestampa.
La planta de mamón, cada vez que ve que se dirige hacia ella, tiembla…! la “guayaba”[18], es un manjar que pocos pueden dejar de comer. El menos. Sabe donde esta la dueña de casa, el perro, el gato, ni hablar de las gallinas, ya que aprendió con ellas a comer maíz, sorgo, y todo grano que le tiran…
Es de corto vuelo cuando esta afuera, sube volando a lo más alto de un “algarrobo”, y desde allí lanza su graznido, como si de esa manera liberara el llamado de la naturaleza y su raza.
Pepe es el alma de la casa, uno sabe donde esta porque caen del techo pequeños bichitos, producto de su curiosidad, los agarra con su pico encorvado, pero no mide con la fuerza que lo hace, y estos, caen muertos.
Lo mas interesante es cuando el tiempo se prepara para una lluvia, este comienza a sacudir sus alas y sus plumas se abren, como diciendo, me voy a mojar… o bien, se acurruca en el rincón de una esquina del techo y allí se queda tan quieto que uno no sabe donde esta.
Es nuestro meteorólogo vivo, si va a hacer calor, ya se levanta con el pico abierto, como buscando algo con que paliar la ganas de tomar agua. Abriendo las alas, moviendo la cola y acicalándose ésta con sus patas… estirando sus plumas y abriéndolas tan largas como son.
Y cuando va a llover… pues… es cuestión de hablar con él, si uno lo encuentra, claro…!.
Pepe, el loro que vino de la tormenta…
Es el primero que se levanta, pues, una vez que abre sus ojos, comienza a hacerse escuchar que, “Pepe tiene hammmmmmmmbreeeeeeee…!”, o bien… “Naaaaadie abre la puertaaaaaa…!, de tal manera de que, quien desee permanecer un tiempo mas en la cama, no puede hacerlo, porque él se encarga de venir y levantarlo con sus gritos…
El horario en que el debe tener para comunicarse con sus congéneres es, en plena siesta cuando el sol marca las 14 hs, pues, nadie sabe porque él sabe y comienza a gritar, esté donde esté, a veces, cuando llueve está dentro de la casa, si hay desconocidos, el salto que pegan al escucharlo, no es menos de 20 o 30 cms, estén donde estén, y si están comiendo, seguro que no se las saca nadie a las manchas, de lo que estén comiendo.
El no tiene reloj, para el, su reloj biológico le dice que debe hacer y a que hora. No hay tiempo para enseñarle, no desea aprender…! Cuando uno lo tiene en el hombro, lugar que utiliza para moverse con uno de un lugar a otro, junto con la persona que lo lleva, permanentemente va haciendo ruido con su garganta, como susurrando algo.
Descubrimos que el humo del cigarrillo lo mata, pues no quiere ver fumar a nadie y si alguien se olvida o deja un cigarrillo en un cenicero… al volver… éste está hecho flecos… triza… roto… masticado… ¿como hace con la parte encendida para apagar?, nunca podremos saber, porque justamente hace cuando nadie lo ve. Sabe cuando hace alguna maldad… No es tonto… De tan cerca que andaba… pasa a estar lejos, y a la vez mirando y susurrando algo.
Algunas veces, cuando esta en el algarrobo, pasan bandadas de sus congéneres volando y gritando, y también el acompaña a estos con su grito, pero no los sigue…solamente aletea como diciéndoles… ¡ Yaaaa voyyyyy…!!
Hay en el fondo, a mas o menos unos doscientos metros de la casa, un frondoso y añejo “lapacho”, rodeado de “ñangapiries”, “algarrobillos”, “tala-tala”, en donde, además, de cuando están en flor se llenan de abejas que liban el polen de sus flores, allí, sobre ese lapacho, entre su follaje y fuertes ramas, han hecho nido un grupo de estos animalejos, y creemos que fue de donde ha venido en esa noche de tormenta.
Es así que un día, lo llevamos hasta donde estaban estos animalitos igual a él, pensando que quizás la naturaleza lo obligaría a estar con ellos, pero, no emitió un solo sonido… camino debajo del árbol, mirando y escuchando el murmullo de los demás, pero él no emitió sonido alguno. Repetimos varias veces la operatoria, pero nada. Hasta ahora.
Pepe, recorre todo el predio en donde esta la casa, llega a veces a pasear su figura caminando por las maderas del corral, se sube al último tirante de madera de la manga y el cepo, en donde se los mete a los vacunos, él mira como se los vacuna, como se los marca, él solo mira…
Vuela, de un árbol a otro, pero su vuelo es corto, y a la vez, le gusta hacer pasadas rasantes cuando uno esta haciendo algo. Ni hablemos cuando se esta cocinando algo para los perros… es como que al pasar volando, nos avisa de que el también va a comer… y se prende de la carne y huesos. Come lo que le llega a su pico.
Sabe cuando las gallinas ponen huevo, pues estas “cacarean”, y el se pone a gritar…
Es un animal que ve agua y se desmaya… pues, debe creer que esta debajo de la tormenta pasada… apenas si toma.
No es un perro guardián, pero nadie puede acercarse a la casa sin que el lo note, y si es desconocido, los gritos avisando que alguien se acerca, hace notar la presencia de quien sea.
Este es…
Pepe… el loro que vino con la tormenta…
(continuara)

[1] Guapo’ho: Árbol de frondosa sombra, y frutos carnosos y deliciosos para los pájaros.
[2] Ficus: Árbol frondoso. De madera blanda.
[3] Moitú: Ave típica de la zona, o Pavo del monte. Nombre guaraní.
[4] Charatas: Ave de mediano tamaño, de color negro, de larga cola, y fuerte graznido.
[5] Paca’ha: Nombre guaraní de ave zancuda que vive en los esteros.
[6] Ñacaniná: Boa americana, de 4 a 8 mts. de largo, se alimenta de especies vivas y vive cerca de pantanos.
[7] Yaguarete o tigre americano: Ya en extinción, se alimenta de corzuelas, ovejas, etc.. vive en la espesura del monte.
[8] Mariscar: Dicese de quien va a cazar al monte, seguido de sus perros de presa y armado solamente de un palo, su cuchillos y boleadoras.
[9] Terere: Infusión similar al mate argentino, nada mas que con agua fría. Procedencia Paraguaya.
[10] Zarzaparrilla: Planta del norte argentino y sur del paraguay, crece en humedales, refrescante, se usa para infusión y asentar el estomago.
[11] Paja: Ato de un vegetal que al hacerse un manojo, se utiliza para techar viviendas de campo.
[12] Jacaranda: Árbol de madera dura, noble, de buena altura, de la zona.
[13] Orcones: (Orcón) Troncos de madera dura sobre las que se sustenta el techo de una vivienda en el campo. De la zona.
[14] Urunday: Árbol frondoso, de la zona, de dura madera.
[15] Lampiun: Lámpara de aceite que se utiliza como vela, para dar luz al ambiente oscuro.
[16] Amaine: Del verbo amainar. escampar, calmarse, disminuir, ceder, aflojar, serenar.
[17] Palmas: De la palabra “palmera”, de estas se hacen postes y tejas para techos y casas. Madera por dentro fibrosa, y por fuera su corteza es dura, resistente a la intemperie. Se utiliza como postes para el tendido de energía, en el campo.
[18] Guayaba: Arbusto tropical y árbol pequeño, Las flores son blancas, con cinco pétalos y numerosos estambres. Conocida como la flor de la Pasionaria. La fruta es comestible. Originaria del el norte de país. (continuara...)